La persona, ese conglomerado de pensamientos, emociones y recuerdos que «nos habla continuamente», parece convertirse en el centro de nuestro mundo cuando nuestra atención está centrada en la mente y sus pensamientos. Proyectos de futuro, traumas del pasado, recuerdos, miedos, juicios… todo ese drama personal, toda esa historia interminable, capta la atención del Ser y crea la idea de un «yo y lo mío», enfrentado a un mundo hostil y peligroso.
Sin tiempo no hay persona
Si prestamos atención, si observamos con calma, veremos cuál es la raíz del sufrimiento originado por esta historia personal: el tiempo psicológico y su conflicto con el aquí y ahora. Cuando la mente no está en paz, acostumbra a vagar entre pensamientos que siempre dirigen su atención hacia el pasado o el futuro, huyendo del ahora, que es lo único que no pueden controlar.
Como expliqué en otro post, la mente está acostumbrada a reaccionar a los estímulos, tanto internos como externos, a través de ideas y patrones almacenados en la memoria. Responde a los nuevos estímulos con experiencias pasadas, lo cual es una fuente de conflicto y sufrimiento indiscutible. De hecho, esto es fácil de observar: simplemente mira a tu alrededor y observa cómo, de una manera automática, tu mente nombra y «coloca» todo cuanto te rodea, ya sean sillas, mesas, árboles o personas. Todo parece estar debidamente etiquetado y en su sitio. Si aplicamos esto mismo a las experiencias del día a día, veremos cómo también las etiqueta, separando entre «lo que me gusta y lo que no», «lo que es bueno y lo que es malo», «las personas que me quieren y las que me hacen daño», etc.
¿Cómo salir de este juego interminable, de este continuo conflicto entre lo que es y lo que «pensamos que es»? Sólo la observación sin juicio, la atención despierta y constante, puede ayudarnos a ir más allá de la historia personal y su sufrimiento.
Los universos nacen y mueren en un único y eterno instante: Ahora |
La verdadera atención está en el Ahora
Durante toda tu vida has dado por hecho una serie de cosas con las que has convivido y en torno a las cuales has desarrollado tu aparente identidad: «me llamo…», «tengo x años», «soy hijo/a de…», «soy de raza…», «mi país es…». Todas esas etiquetas son antiguas, las aprendiste hace mucho tiempo y has vivido según las normas que te dictaban, sin cuestionarlas.
Pero salir de ese juego es fácil: centra tu atención en el Ahora, en lo que sucede en este único y eterno instante. Deja a un lado tu historia, abandona tu nombre y tu forma. Deja atrás la identificación con tu persona, tu país, tu mundo y tus problemas. Sólo esto: Aquí y Ahora. Es más, ni siquiera centres tu atención en lo que sucede, no te dejes arrastrar por las experiencias, no te identifiques con ellas ni las juzgues. Deja que pasen, como el aire que atraviesa una ventana abierta. Que los mundos, las personas y las formas se desvanezcan y vuelvan a la nada de la que proceden. No busques, sólo observa. El Ahora es eterno e inalcanzable, pues todo intento de atraparlo o etiquetarlo ya te estará sacando de él. Está más allá del tiempo y tiene lugar en el único sitio real que existe: tu verdadero Ser.