Voy a comenzar en este post una nueva sección centrada en el sufrimiento, con la intención de abordar desde distintas perspectivas el camino hacia la superación del sufrimiento. Y, desde mi punto de vista, el mejor punto de partida es identificar el verdadero origen del sufrimiento.
El Yo soy y el origen sufrimiento
He hablado mucho sobre la relación entre el yo soy y la persona. La principal causa del sufrimiento no son las circunstancias que nos rodean, sino la interpretación que nuestra mente hace de ellas, filtrando la experiencia a través de nuestro conjunto de miedos, juicios y traumas almacenados en la memoria. Y toda esa trama procede de un único sitio: el yo soy. Cuando surge la idea de ser un individuo surge la separación y el conflicto con todo aquello que «no soy yo».
Pero no sólo se da esta relación entre nuestro yo y el resto del mundo, sino que también se produce la misma relación dual entre nuestro ser y nuestro yo, el aparente Yo soy último y verdadero. Si prestamos una atención verdadera y sincera, veremos que el supuesto observador no es más que una parte más de lo observado. Y, como es lógico, elegir una parte de lo observado como nuestra identidad nos convierte en algo muy pequeño y frágil, un ser diminuto e indefenso en un mundo hostil.
Deja que el Universo siga su curso, sin lucha, sin conflicto y ya no habrá más sufrimiento. Parece fácil, ¿verdad? Realmente lo es, pero la persona se niega a ocupar su verdadero lugar: la nada. |
Abandona tu mundo de conflicto
En este estado de identificación, toda experiencia es etiquetada, juzgada y sufrida por un aparente yo que da forma a esa extraña voz interior que te acompaña en todo momento. Pero esa voz no eres tu y es fácil observar la separación, simplemente prestando atención. Cómo superar esa esclavitud y liberarse de la opresión de ese yo diminuto? La observación sin juicio debe ir seguida de una única elección: abandona todo aquello que no eres, incluido el yo soy.
Rompe tu identificación con los pensamientos, con tu historia personal mediante la atención serena, sin lucha. Deja de crear conflicto y acepta el mundo tal cual es. Así, un día descubrirás la única realidad: que tu mundo personal no existe y nunca existió. Abandona la relación contigo mismo y habrás abandonado la principal fuente de sufrimiento de este mundo.