Continuemos con nuestra exploración acerca del mayor de los miedos: la muerte.
La idea de desaparición, la nada, el vacío existencial, son algunas de las sensaciones e imágenes que evoca el pensamiento acerca de este hecho tan trascendente. Sin embargo, como ya expliqué en anteriores posts, estas son tan sólo ideas aprendidas, que residen en una memoria radicada en el pasado. Así es como funciona el ego: recordando acontecimientos pasados, filtrando el presente a través de esos recuerdos y temiendo a un futuro en el que sus peores miedos «se harán realidad». Así se crea la línea del tiempo psicológico, la otra gran clave del miedo a la muerte.
El tiempo psicológico y la muerte
Para poder comprender un poco mejor el miedo a la muerte, es preciso entender los distintos mecanismos de supervivencia del ego. El más importante es el tiempo psicológico. La proyección mental de ese instante final, ese momento en el que la persona desaparece, es la principal fuente de sufrimiento en torno a la muerte.
Pero, ¿dónde radica realmente el tiempo? La idea de pasado, presente y futuro como una línea recta en la que los acontecimientos se suceden uno tras otro es también algo adquirido. Como siempre recomiendo, volver al origen es la clave para quitar la ilusión de nuestros ojos: un recién nacido no tiene esa consciencia del paso del tiempo, de la misma manera que un adulto. ¿Por qué? Porque aún no la ha aprendido.
Desde el momento en que la conciencia de ser surge como algo individual, nuestro Yo se proyecta sobre un punto: un cuerpo físico, un entorno que rodea a este cuerpo, unos sentimientos y pensamientos… todos componen la misma idea de yo individual. A través de todos estos mecanismos, aprendemos a reaccionar a cuanto nos rodea, creando una autoimagen en contraposición a lo demás. Cualquier calificativo que podamos emplear, cualquier adjetivo, será en relación a su opuesto: alto y bajo, moreno y rubio, joven y viejo, etc. Así nace el mundo dual, de los opuestos.
Para poder experimentar este mundo relativo, necesitamos disponer de una herramienta que separe los acontecimientos y que, de algún modo, los «ordene» uno tras otro. Ese es el tiempo psicológico que crea un antes, un ahora y un después. Así, la memoria puede almacenar experiencias y no sólo eso, sino que el ego puede crear también supuestas ideas de futuro como la muerte.
Los miedos aprendidos
Al igual que sucede con todos los miedos, el hecho en si, la situación real y objetiva de ese instante final, poco tiene que ver con la resistencia mental y los miedos y fantasías que el ego proyecta sobre él. Tomemos como ejemplo la aracnofobia (miedo a las arañas). La persona que sufre esta fobia, siente un miedo irracional hacia las arañas pero, en realidad, rara vez ese miedo tiene que ver con algún suceso real experimentado con uno de estos animales, como una picadura o similar. De hecho, el miedo no tiene nada que ver con la araña en si, sino con la idea aprendida que la mente proyecta sobre el insecto como un ser aterrador. Ningún bebé recién nacido siente miedo a las arañas, simplemente porque todavía no lo ha aprendido.
Sin embargo, el miedo a la araña se convierte en algo muy real para la persona, incluso reflejándose en una respuesta física: se acelera la respiración, sudoración, taquicardia, comportamiento irracional que impide al sujeto entrar en un espacio donde hay una araña… Considero que este es un buen ejemplo de miedo psicológico.
El miedo a la muerte es exactamente igual: aprendido. Un bebé tampoco teme a la muerte. Podríamos pensar que estos es porque el bebé «no es consciente» de lo que le rodea o de quien es. Pero, ¿en realidad es el adulto consciente de quien es? ¿O más bien es consciente de quién le han dicho que es? De nuevo la idea del Yo, de ser una historia personal asociada a un nombre y una forma, es algo adquirido, artificial.
El descanso fuera del tiempo
Para terminar esta tercera parte, baste decir que el miedo a la muerte está asociado inevitablemente a la idea de un tiempo lineal, en el que el ego pueda proyectar un futuro aterrador. El Ahora como instante eterno y como único lugar donde sucede nuestra vida es el camino más directo para salir del tiempo psicológico.
La Recta Atención es uno de los pilares fundamentales del Dharma. Estatua del Buda en Japón |
Vivir en el Ahora no significa desatender las ocupaciones diarias, ni alcanzar «extraños estados de conciencia», sino ver más allá de la ilusión del tiempo, prestar atención a lo que de verdad sucede y no a lo que nuestro ego nos dice que sucede. La observación, como un estado de conciencia atenta, sin juicio, es la única vía para poder ver más allá de la ilusión. Por eso es tan importante desarrollar la Atención a través de la meditación, pero aún más lo es convertir nuestra vida en un estado continuo de Atención, en cualquier circunstancia.
Sólo existe el verdadero descanso cuando no existe el tiempo. La muerte carece de sentido si se lleva esta verdad a la práctica Aquí y Ahora. Esa es la vía para superar su miedo.