El ego ha sido, desde la antigüedad, uno de los grandes objetos de estudio de todas las religiones y filosofías, especialmente las orientales. Esa «vocecita que hay en tu cabeza» es una de las principales fuentes de dualidad y conflicto en la vida del ser humano. Pero, ¿de dónde viene?
El pensamiento: un proceso automático
Cuando observamos nuestra respiración, podemos comprender que, la mayor parte del tiempo, es un proceso automático. El aire entra y sale de nuestros pulmones sin que seamos conscientes de ello, sino que es la propia inteligencia no consciente del organismo la que dirige una acción trascendental para la vida. Sin embargo, cuando dirigimos nuestra atención hacia la respiración, vemos también que somos capaces de controlarla en cierto modo: su duración, su intensidad, dirigirla hacia el bajo abdomen…
Existe una analogía muy interesante, en este punto, entre la respiración y el pensamiento. La mayor parte del tiempo, el ser humano no es consciente de los pensamientos y emociones que surgen en su mente. Cuando estamos inmersos en las actividades cotidianas, solamente somos conscientes de una mínima parte del total de pensamientos y, curiosamente, sólo de aquellos que parecen «hacer más ruido», que suelen corresponderse con los viejos patrones mentales de miedos, prejuicios, traumas, complejos, etc.
Al dirigir nuestra atención al pensamiento, sin embargo, si observamos sin juicio y sin resistencia, veremos también que se cumple el mismo patrón que en la respiración: somos capaces de ver pasar el pensamiento, sin dejarnos arrastrar por él y, al tiempo, podemos pensar de manera voluntaria (aparentemente), convirtiendo el proceso en algo voluntario por un cierto periodo de tiempo. Esto da una idea importante: llevar nuestra atención al pensamiento, observar qué pasa en nuestra mente, nos confiere el poder de ser conscientes no sólo de la existencia de los pensamientos, sino de los procesos repetitivos y automáticos que los generan.
La meditación, independientemente del estilo o la técnica empleada, debe servir precisamente para ver más allá del pensamiento, observar los procesos que hay detrás de él y comprender el vacío y la vacuidad que se esconde tras esa aparente personalidad que radica en el pensamiento humano.
El Buda Sakyamuni explicó con detalle el proceso del pensamiento y cómo trascender la personalidad mediante la eliminación de las 8 intoxicaciones. |
La memoria y la persona
Toda esta observación debe llevarnos a comprender el factor más importante de este asunto: la personalidad es un proceso automático y artificial. Los miedos, los complejos, los traumas infantiles, los deseos, los apegos… son todos respuestas automáticas no sólo al entorno físico que nos rodea, sino también al entorno mental que, de un modo inconsciente, hemos creado a lo largo del tiempo. Si observas tus pensamientos durante un cierto tiempo, verás que continuamente se repiten los mismos patrones, una y otra vez, como un disco que vuelve a ponerse en marcha a cada instante, en un bucle sin fin.
Este bucle de pensamientos, que se comienza a formar desde antes del propio nacimiento, genera una idea, un pensamiento raíz que parece grabarse a fuego en el ser humano: el yo. Alrededor de esta idea, se crean una serie de pautas mentales que dan forma a la persona (yo soy bueno, yo soy malo, yo soy joven, yo soy viejo, yo soy…) y todas ellas adquiridas a través de las experiencias que vivimos y almacenadas en la memoria. Esta memoria, que es un proceso cerebral, actúa de un modo automático también la mayor parte del tiempo, igual que en el caso de la respiración que señalé anteriormente. De este modo, ante cualquier estímulo interno o externo, la memoria proyecta un recuerdo y, en torno a éste, surgen los pensamientos y dramas adquiridos, generando una respuesta automática de la que no parecemos tener control.
Así pues, el gran miedo del ser humano, el miedo a la muerte, el miedo al vacío, es un miedo que radica en la persona, en el ego, en el entramado de pensamientos y reacciones inconscientes que surgen con la memoria. Superar este miedo es fácil: deja a un lado tu personalidad, abandona la idea de ti mismo, observa tu pensamiento como lo que realmente es y verás que no hay ninguna persona, nada que se pueda perder. Sólo así encontrarás el descanso, la paz interior.
El universo material es sostenido por el espacio vacío, al igual que el universo mental de cada ser. |