Ya he hablado en otras ocasiones del tiempo y de su naturaleza subjetiva, pero creo que es un tema muy interesante y que, al menos, permite llegar a ese punto en el que el razonamiento lógico no sirve. La mente es incapaz de concebir el concepto de eternidad, o de espacio infinito, por una clara razón: la mente y su personalidad asociada, nacida de recuerdos y experiencias limitadas, no puede comprender algo que no está sujeto a límites.
En nuestro día a día vivimos inmersos en una vorágine de acontecimientos y experiencias que tienen lugar, aparentemente, en un tiempo y un espacio concretos, sujetas a unas leyes físicas inalterables y que marcan nuestra existencia de principio a fin. Pero, si cambiamos nuestra perspectiva, podemos ver cómo el tiempo y el espacio son dos conceptos dentro de una mente que, para sobrevivir en un mundo dual, necesita separar y dar nombre a todo cuanto «le rodea».
Esta es una de las galaxia más lejanas conocidas, con un inmenso agujero negro en su interior. La galaxia más lejana conocida se estima que se encuentra a más de 13.000 millones de años luz de la Tierra. En pocas palabras: las imágenes que vemos ahora en estas galaxias son las que se produjeron en los albores del universo, hace más de 13.000 millones de años. |
El universo y la idea del tiempo
Os propongo una reflexión muy sencilla: todos hemos disfrutado de esos momentos de serenidad, de una sensación muy especial, contemplando las estrellas, ¿verdad? Contemplar el firmamento es ciertamente una terapia maravillosa, que nos permite observar cómo nuestro «mundo» es algo minúsculo y pasajero, un simple abrir y cerrar de ojos en el campo universal. Pero, si vamos más allá, podemos centrarnos en cualquier estrella, la que más nos guste y observar su luz, ya sea con un telescopio o a simple vista. Lo realmente fascinante es que seguramente esa estrella se encuentra a millones de años luz de la Tierra y, por tanto, la luz que ves en este momento es la luz que esa estrella emitió hace millones de años. Esa luz es anterior a la aparición de los primeros hombres en nuestro planeta y, sin embargo, puedes contemplarla ahora, en este momento.
Esta reflexión denota la naturaleza subjetiva del tiempo. Una vida transcurre en un instante, pero la mente ordena y clasifica los millones de acontecimientos que se producen ante el observador para dar una idea de continuidad en el tiempo. Todo parece suceder en un plano lineal: antes, ahora y después. Pero imaginemos que pudiésemos viajar a esa estrella que se encuentra a años luz de nosotros. ¿Estaríamos avanzando o retrocediendo en el tiempo?
La dualidad y el yo soy
La idea del tiempo y de la sucesión de acontecimientos que parecen surgir en él radica en el sentimiento raíz, el «yo soy» que genera la idea de separación. Cuando nace un observador, un experimentador, nacen lo observado y la experiencia. El observador y lo observado son uno en realidad, pues no puede haber uno sin el otro. Y ambos necesitan que existan el tiempo y el espacio, para poder separarse. Sin embargo, tanto el observador como lo observado son cuestiones subjetivas, que cambian constantemente en función de la conciencia, que es el campo que genera a ambos.
Estas cuestiones son difíciles de ilustrar con palabras y, por supuesto, el razonamiento lógico no conseguirá nunca comprenderlas. Pero es importante considerar la relatividad del tiempo para ver cómo nuestra personalidad y ese «yo» que tanto tememos perder es sólo una idea, una imagen subjetiva y artificial que igual que viene se va. Permitidme terminar con un pequeño texto de creación propia:
No te aferres a algo que ya has perdido desde el principio.
Abraza tu miedo y ve más allá de ti mismo.
Deja atrás todo deseo y toda búsqueda.
Abandona la idea de ti mismo.
Ese es el punto de partida.
¿Qué ves?