Hoy me gustaría compartir esta breve historia acerca de Avalokiteshvara, uno de los pilares principales del budismo. Uno de los principios más bellos y significativos del budismo Mahayana es el de la existencia del Bodhisattva, un ser iluminado cuyo fin último es contribuir a la liberación y el despertar de todos los seres. El voto del Bodhisattva representa un compromiso hasta las últimas consecuencias por facilitar el despertar colectivo de todos los seres. .
De hecho, hasta que el último de los seres no haya regresado al Nirvana, no lo hará el Bodhisattva. Dentro de la leyenda del Bodhisattva, existen una serie de estos seres que se utilizan para representar, en cada caso, una de las principales cualidades de la budeidad: Manjusri, Mahasthamaprapta, Samanthabrada o Avalokiteshvara, entre otros. Hoy quiero hablarte de uno de los que, a mi juicio, resultan más significativos en la búsqueda de la paz interior.
Avalokiteshvara y la Gran Compasión
El más conocido de todos es Avalokiteshvara, el Bodhisattva de la Gran Compasión. En su origen se dice que fue un discípulo real del Buda Gautama, según las principales fuentes, pero posteriormente se creó una figura mitológica en torno a sus principales cualidades y lo que su figura representa. En el Tíbet se le conoce con el nombre de Chenrezig, en China como Guanyin y en Japón adopta el nombre de Kannon.
La traducción más aceptada de Avalokiteshvara podría ser «el Señor que mira hacia abajo», como símbolo de su voluntad de recorrer la rueda del renacimiento junto a todos los seres. Normalmente se traduce su nombre como «El Señor que mira el sufrimiento con compasión infinita». Avalokiteshvara hizo el voto de no abandonar este mundo hasta que el último de los seres hubiese alcanzado el Nirvana, representando el más alto ideal de Compasión como eje central de la figura de los Bodhisattvas.
Los mil brazos de Avalokiteshvara
Avalokiteshvara no sólo hizo el voto de nunca descansar hasta haber liberado a todos los seres del sufrimiento, sino que también juró que, si titubeaba por un instante en su empeño, cortaría su cuerpo en mil pedazos. Pero, durante su meditación de compasión se dio cuenta de que, a pesar de su esfuerzo, todavía muchos seres no estaban iluminados y seguían sufriendo. Fue tal su esfuerzo y su desaliento por ver que todavía no estaba hecho su trabajo, que su cabeza se dividió en once partes y su cuerpo comenzó a desmoronarse en pedazos.
El Buda Amitabha, al ver su sufrimiento, vino en su ayuda y le dotó de diez cabezas para que pudiese oír los lamentos de todos los seres sufrientes. Al ver que, pese a escuchar su sufrimiento no podía llegar a todos los seres para ayudarles, el Buda Amitabha también le dotó de mil brazos para que pudiese ayudar a la multitud de seres sufrientes.
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Dibujo de Avalokiteshvara con 11 cabezas y mil brazos |
La Gran Compasión
La compasión de la que habla la leyenda de Avalokiteshvara difiere sensiblemente de la idea que normalmente se tiene en occidente sobre la compasión. La Gran Compasión habla de la voluntad de un ser iluminado por ayudar a los demás seres a iluminarse, a despertar y superar el sufrimiento. Pero poco tiene que ver en realidad con la idea de «compadecerse del prójimo» por sus sufrimientos y problemas mundanos. La Compasión hacia el ser implica ayudarle a encontrar su verdad, a superar el sufrimiento que su ego y su personalidad le causan y a abandonar el mundo de la ilusión. Liberar a los seres de la ignorancia y contribuir a su despertar es la verdadera Compasión y la razón de ser del Bodishattva.