La meditación en la naturaleza es una de las herramientas de observación más poderosas que existen. A menudo las personas no valoran lo suficiente su entorno natural, especialmente en las grandes ciudades, porque «están demasiado ocupadas» o «tienen cosas más importantes que hacer» que quedarse quietas, contemplando un árbol inmóvil o viendo volar a un pájaro. Pero, ¿quién está ocupado? ¿De dónde salen esas ideas?
Es nuestra historia personal la que crea una separación entre nuestro yo y el mundo que le rodea. No hay nada real en ello. Siempre surgen excusas en la mente para no dejar lo que uno esté haciendo y, simplemente, estar presente. Pero hay que tener en cuenta una cosa: la salvación, el despertar, sólo son posibles aquí y ahora. No hay nada más. No esperes a mañana, ni hipoteques tu paz interior a conseguir algo en el futuro, porque el futuro no va a venir a rescatarte de nada.
Meditación en la naturaleza: la observación natural y sin juicio
Cuando observas la naturaleza, si no estás habituado, en un primer instante surgirán juicios y pensamientos. De hecho, la mente está acostumbrada a nombrar todo lo que ve: «esto es un árbol», «ahí tenemos una montaña»… Pero eso no es observar, sino etiquetar la naturaleza. La meditación en la naturaleza debe basarse precisamente en lo contrario: observar sin juicio, sin expectativa, sin buscar nada. Simplemente observa, presta atención al mundo natural que te rodea y deja que la vida siga fluyendo a tu alrededor.
Tú eres esa vida que te rodea, luego observando a la naturaleza te estarás viendo a ti mismo.
Tres sencillas pautas para la meditación en la naturaleza:
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- Si tienes la ocasión, busca un paraje tranquilo, que te guste y siéntate en silencio.
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- Presta atención a cuanto te rodea, sin juzgar, sin nombrar, sin buscar nada. Deja que tu mirada vague en torno a las mil formas que surgen ante ti. Escucha los sonidos que surgen a tu alrededor. Siente en tu piel el aire, el calor del sol, el frío de la noche… No juzgues, simplemente observa tus sentidos y los estímulos que cada uno recibe.
- Más allá de los estímulos sensoriales, verás que la naturaleza también te transmite algo más. Hay un silencio, una quietud intrínseca en cada una de las formas que contemplas, en cada sonido, en cada olor. Aunque tu mente reaccione a lo observado, aunque surjan ideas y pensamientos, verás que no son correspondidos. La naturaleza no «participa» en ese juego. No existe el juicio en ella, al igual que no hay ego, ni pasado ni futuro. Sólo aquí y ahora. El universo entero está contenido en un instante de observación sin juicio.
Esta es sólo una sencilla práctica para comenzar a practicar la meditación en la naturaleza, pero espero que te resulte útil. Y recuerda, como siempre digo, Vive, en lugar de pensar que vives.