Uno de los temas más recurrentes en torno a la iluminación es esa obsesión por la búsqueda, por alcanzar un estado superior o por «llegar a ser». La mente necesita aferrarse a algo y, aunque no seamos conscientes de ello, la idea del despertar, como concepto, es también algo muy sugerente para nuestro ego. Ir en busca de un estado ideal de no mente, emprender un camino hacia un estado superior de conciencia, significa que ese estado está alejado de nosotros, que debe pasar un tiempo hasta que lleguemos a él, haciendo que cada vez esté más lejos. Estamos proyectando una idea de futuro que sabemos que no podremos alcanzar en este momento.
Si miramos a nuestro alrededor, seguramente sea relativamente sencillo encontrar múltiples «pseudomaestros» que nos venden su despertar como algo maravilloso, fuera de lo común, algo que no está al alcance de cualquiera. Generalmente incluso suelen hablarnos de cómo alcanzaron el despertar, de los sucesos milagrosos que sucedieron a su alrededor y cosas similares. Otras veces son las personas que le rodean quienes idealizan a esa figura del gurú, creando un ser inalcanzable al que venerar y que parece tener todas las respuestas.
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Como reza el Tao Te Ching: «El tao que puede ser nombrado con palabras no es el Tao Eterno». |
Este juego mental puede ser divertido durante un tiempo, pero tarde o temprano comprenderemos que no nos sirve de nada. La parafernalia y el misticismo en torno al supuesto despertar crean dualidad, nos separan de la verdadera búsqueda y nos recuerdan una y otra vez que nosotros nunca podremos llegar allí. Conozco a muchas personas que han dedicado su vida a una búsqueda incesante, han realizado miles de cursos y han estado con multitud de profesores que les han indicado infinidad de técnicas y caminos distintos… para volver al punto inicial, al principio de su búsqueda, mucho más confusas que antes. Pero, sin duda, ese retorno al principio es lo mejor que les puede suceder, pues es la única manera de abandonar la infructuosa búsqueda de un «despertar ideal».
El poder de lo simple
El ego siempre tiende a complicarlo todo, a crear tediosos caminos y procesos en torno a cualquier acción que emprendamos. No sólo en la búsqueda del despertar, sino también en las relaciones personales y, por supuesto, en la relación con uno mismo. El complejo entramado de pensamientos, miedos y prejuicios que gobierna nuestra existencia es una creación mental que permite dar forma a una personalidad dominante, posesiva, que se asegura la permanencia en el tiempo.
¿Cómo podemos salir de esa compleja telaraña mental? Volviendo al origen, volviendo a lo simple. Abandona toda idea acerca de grandes logros, de despertares milagrosos o de estados sobrehumanos de conciencia. Todo eso no son más que fantasías e imágenes mentales de algo que no conoces. Y esa es la gran verdad: el despertar es un estado que no conoces, porque no puedes comprenderlo con palabras, no puedes agarrarlo o retenerlo. El despertar es tu estado natural, es tu ser original y sólo puedes volver a él abandonando todo lo que no eres: tus miedos, tus preocupaciones, tus expectativas, tus esperanzas…
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La observación sin juicio permite apreciar la verdadera belleza de las cosas. |
Contemplar la belleza de las cosas sencillas es el mejor camino para comprender esto. Basta con observar a nuestro alrededor y veremos que no necesitamos buscar milagros, pues se suceden a cada instante. La inmensidad y belleza del universo se manifiesta en todo su esplendor en el más pequeño de los átomos, en una célula, en un ser vivo. Cada instante es una nueva creación y sólo nuestra personalidad adquirida nos impide celebrarla y vivirla como tal. Abandona toda idea de ti mismo, toda búsqueda y toda lucha. Deja que la vida sea, acéptala y vive cada instante, sin más. Sólo así descubrirás el verdadero poder de lo simple y entenderás que no necesitas ir a ningún sitio, porque siempre has estado ahí.