El título de esta entrada puede parece bastante sencillo, ¿verdad? «No quiero estar triste, ¿qué hago?» es un pensamiento que parece muy habitual en cualquier persona. Pero, si lo piensas con detenimiento durante unos instantes, verás que en realidad hay bastante «tela por cortar» en esas palabras. Parece muy evidente que, cuando una persona está pasando un mal momento o se encuentra triste, quiere dejar de sentirse así y solucionarlo, ¿no? Bien, déjame decirte que esto no siempre es así y quizá ese sea el mejor punto por el que empezar.
No quiero estar triste… ¿realmente esto es cierto?
A lo largo de los años, he hablado en muchas ocasiones de cómo el «yo soy» se recrea en el pasado y en la memoria para forjar su sentido de identidad. Al fin y al cabo, si a una persona le quitas su historia personal, ¿qué le queda? Es evidente que se trata de una pregunta con trampa. No le queda nada, porque no es nada, sólo un pensamiento. Eso es todo lo que significan tu historia, tu pasado y tus creencias acerca de ti mismo.
Pero claro, para una mente identificada con ese personaje principal de la historia personal, aceptar estas palabras representa casi un suicidio. Por eso es habitual que la persona busque excusas y pasatiempos que le permitan mantener su sentido de identidad. Y uno de los más útiles precisamente la tristeza, porque resulta muy fácil identificarse con ella y mantener ese papel de víctima frente al mundo.
Según la Wikipedia, la tristeza es considerada una de las seis emociones básicas, junto con el miedo, la ira, el asco, la felicidad y la sorpresa. (Paul Ekman).
Si bien la clasificación anterior puede ser más o menos discutible, sí que nos resulta útil para esta reflexión acerca de la tristeza y, en general, las emociones básicas del ser humano. Todas ellas tienen algo en común: captan tu atención y, al mismo tiempo, te confieren cierta identidad y, por qué no decirlo, cierta seguridad. Porque una mente ocupada es una mente segura de sí misma… o al menos eso es lo que el ego quiere creer.
Superar la tristeza pasa por empezar a observarte y ser sincero contigo mismo
Este es el primer paso para dejar de estar triste. Observa cómo te sientes, qué es realmente lo que está pasando en tu cuerpo y en tu mente. Pero no intentes entenderlo de forma racional. No busques culpables, ni te pongas excusas a ti mismo de por qué estás triste. Seguramente tendrás muy buenas razones: alguien te ha hecho algo malo, has perdido a un ser querido, has fracasado en un proyecto, etc. Pero, ¿sabes una cosa? Todo eso es independiente de cómo eliges sentirte tú en este momento, Aquí y Ahora. ¿Lo habías pensado alguna vez?
En el momento en que seas capaz de ver la tristeza como lo que realmente es, como una reacción a tus pensamientos y a tu identificación con ellos, verás que también dejará de tener tanto poder sobre ti. Pero debes ser valiente para ello y estar dispuesto a abandonar esa extraña «zona de confort» que representan la tristeza y el sufrimiento para tu pequeño «yo personal». Al fin y al cabo, toda esa amalgama de sentimientos, pensamientos, juicios y dramas que componen tu historia personal son todo lo que tienes, todo lo que te hace «ser alguien», ¿no? Pues permíteme decirte que, lo mejor que puedes hacer con esa historia es abandonarla y dejar de recrearte en ella. Y debes empezar en este momento.
Deja de buscar culpables o motivos para tu tristeza. En lugar de eso, elige mirar más allá. Sé valiente y sincero. Es normal estar triste, no hay nada malo en ello. Pero dejar de estarlo también es normal y está a tu alcance cuando tú lo elijas. Abandona tu historia de miedos, traumas, juicios y excusas y ponte a vivir la vida en este mismo instante. No lo dejes para más adelante, ni esperes a que pase nada para poder empezar a cambiar. Tan sólo hazlo, Aquí y Ahora. Recuerda: vive, en lugar de pensar que vives.