Sólo existe un Ser, una conciencia única en la que el universo entero es contenido y que, sin embargo, no forma parte de él. Cuando el Ser fija su atención en un punto, surgen los millones de formas y el universo se sucede en lo que el hinduismo conoce como el sueño de Brahma. Del mismo modo, cuando retira su atención, los universos desaparecen y son devueltos nuevamente a la nada.
El apego a las cosas externas, llámense familiares, naciones, pensamientos o juicios, sólo sirve para una cosa: crear sufrimiento. Elegir unas cosas y rechazar otras es el origen del dolor y es la causa del drama y la historia personal que, día a día, te hacen enfrentarte a «un mundo peligroso». Cuando nos identificamos con un pequeño yo, separado del resto del universo, el miedo y el sufrimiento están asegurados. En lugar de eso, la vía para despertar es, simple y llanamente, volver nuestra conciencia hacia el origen de todo este drama: el Yo soy. Eliminemos la identificación con ese aparente yo mediante la observación sin juicio y veremos que el observador también forma parte de lo observado.
El estado natural del Ser es el estado de meditación. No separes los momentos de meditación del resto de tu día a día. |
¿Cómo integrar el despertar en el día a día?
Como ya he explicado en otras ocasiones, el despertar está en un único lugar: aquí y ahora. No existe un futuro del que «esperar la iluminación», ni existe un pasado al que «culpar de nuestra no-iluminación». Tampoco existe un camino a seguir, o una técnica que aprender, para despertar y descubrir nuestro verdadero Ser. De hecho, no podemos hacer tal cosa, pues el Ser no puede ser descubierto ni visto. Sólo podemos Ser, nada más.
Pero no basta con la comprensión mental de estas u otras ideas, sino que el despertar debe surgir más allá de las palabras. Y no necesitamos aislarnos del mundo, ni buscar un lugar apartado en el que sentarnos en determinada posición para alcanzar la verdad. La verdad es lo que somos y eso no cambia, independientemente de los acontecimientos que nos rodeen. Las circunstancias de nuestro día a día, las situaciones y las experiencias que se presentan, en realidad no son nada más que eso: experiencias que se suceden sobre una nada absoluta, una conciencia quieta y en paz, que contiene todo cuanto sucede pero, al mismo tiempo, no es afectado por ello. Y esa conciencia, esa quietud, es lo que tú eres.