Una de las mayores causas de sufrimiento del ser humano es, aunque parezca extraño, la relación con su propia mente, con su «yo». Quien te hace sufrir realmente no es tu vecino, ni tu esposa, ni tu sociedad. Es esa «vocecita interior» que siempre juzga tus actos y que, en muchos casos, puede acabar convirtiéndose en un auténtico dictador que condicione tu relación con quienes te rodean y con el mundo.
Observando a la voz interior
Ya he hablado largo y tendido de cómo el «yo» vive en el pasado, rememorando continuamente la historia personal, con sus miedos, juicios y traumas. En el Aquí y Ahora no existe el «yo», no existe esa historia que sólo son recuerdos. Pero la mente está acostumbrada a vivir en la memoria, a filtrar todo lo que sucede a tu alrededor a través de los ojos del pasado, en un intento por etiquetar y dar nombre a lo desconocido. Porque esa es una de las cuestiones clave: el Ahora es desconocido, la memoria no puede retenerlo, porque lo que recordamos es la experiencia asociada a cada momento, con su filtro mental incluido, por supuesto. La realidad es desconocida, imprevista e imprevisible. Surge de manera espontánea a cada momento y sólo el sentimiento «yo soy» le da una aparente continuidad.
Observar todo esto es muy fácil, pues basta con estar atento, centrado en el ahora y podremos comprobar cómo, ante cualquier estímulo, surge una reacción conocida, una respuesta del pasado. De hecho, así es como la mente se desenvuelve, dando nombre y forma a cuanto le rodea, dibujando un «mundo conocido». Así es como has creado una historia personal a lo largo de todos estos años, de una manera inconsciente.
Abraza cada momento como lo que es: algo único e irrepetible |
Deja de juzgarte y empieza a vivir
Uno de los principales objetivos de la observación interior debe ser, en primer lugar, observar cómo las reacciones mentales surgen de manera automática, por inercia. Esto debe servirte para comprender una cosa: no eres tan culpable como siempre has creído. El mayor tirano que siempre ha existido en tu vida ni si quiera has sido tú, sino tu historia personal, tu «yo», esa vocecita que surge de manera espontánea en tu mente y te dice lo mal que has actuado, lo arrepentido que deberías estar y lo mucho que le has fallado. Presta atención y verás de dónde nace esa voz: de la nada. No hay nadie detrás, sólo recuerdos, memoria almacenada a lo largo de los años y una inercia que tiende a revivir continuamente las mismas situaciones y los mismos miedos, sólo para tapar la realidad: aquí y ahora no existe el «yo».
Dicho esto, es hora de que dejes de culparte, de sentirte mal por no haber alcanzado la paz, por no haber sido justo o por no haber cumplido las expectativas de tus padres, de tu sociedad o de ti mismo. No tienes culpa de nada, en primer lugar porque tú no eres esa historia personal. Sólo es pasado. Déjate vivir, haz las paces contigo mismo y entra en el ahora con sinceridad, sin buscar nada a cambio. Sólo así podrás vivir en lo desconocido, en la verdad, sin pasado ni futuro, en la eternidad del Ahora.