buscar el placer y evitar el dolor. Todo aquello que el ego considera “bueno”,
“positivo” o “divertido”, se convierte en la meta a seguir, dirigiendo sus
pensamientos y sus acciones hacia la obtención de ese momento de placer que, según
su memoria (pues es el único sitio en el que existe9), hará que se sienta
completo.
su opuesto: el dolor. Todo aquello que no causa placer o “felicidad” al yo es
catalogado como algo malo, algo a evitar. Incluso la búsqueda del placer se convierte
en otra forma de dolor, pues implica que el yo no tiene aquello que tanto
anhela. El placer termina siendo, por tanto, un breve instante de interrupción entre dolor y más dolor.
En definitiva, así es como funciona la rueda del deseo:
dolor y placer se alternan en un aparente ciclo sin fin, esclavizando la
voluntad del yo, que se ve atrapado en una lucha interminable en la que,
además, siempre pierde, pues sabe que el placer es pasajero y, una vez
alcanzado, necesitará un nuevo estímulo, una nueva meta a conseguir. Sin
embargo, esta rueda es la que da un aparente sentido de “utilidad” al yo y por
eso se aferra a ella de manera tan intensa.
Cómo trascender la rueda del deseo
La raíz de este asunto tiene lugar en la identificación del
yo con cuanto acontece, con su historia personal. Como ente “sufriente”, el yo
siempre está incompleto, siempre busca algo y eso hace que, inevitablemente,
también haya algo que no quiera. De este modo se crea la dualidad placer-dolor
que hace tan desgraciado al ser humano.
¿Cómo romper esta dualidad, cómo salir de la rueda del deseo
y el sufrimiento? Sólo hay una vía, que siempre es la misma: vuelve al origen.
¿Dónde nace el deseo? En el sentimiento de ser un yo separado y pequeñito, atrapado
en un mundo extraño y amenazante. Pero, ¿es esto cierto? ¿Es ese yo real?
Observa con atención, sin una idea preconcebida y sin juicio. Deja que el yo se
exprese, que la rueda del deseo gire, pero no te identifiques con él, sólo
obsérvalo.
del devenir del yo, detrás de la lucha incesante por perseguir el placer y huir
el dolor… no hay absolutamente nada. Sólo silencio, sólo conciencia. El juego
del yo es un juego superficial, que alimenta a si mismo para no ver la
realidad: que no existe ningún yo, ninguna persona “permanente”. Así podrás
abandonar la dualidad placer-dolor, pues ya no necesitas buscar nada, ya no hay
nadie que “quiera ser feliz”. El placer y el dolor dejarán de dirigir tu vida
sólo si el yo deja de dirigir tu mente y tu atención