El silencio es uno de los grandes misterios de esta vida. Para la mente humana pasa desapercibido la mayor parte del tiempo, pues está ocupada en su mundo de pensamientos, sensaciones y estímulos externos. Cualquier palabra, cualquier sonido, cualquier imagen es capaz de captar la atención del «yo» de manera instantánea y no sólo eso, sino que también provocará una serie de reacciones y pensamientos que, de forma inconsciente, le mantendrán alejado de ese silencio inabarcable. Sin embargo, como siempre recuerdo, en el silencio encontrarás la respuesta.
En el silencio no existe el yo, ni la historia personal, ni el sufrimiento
Resulta muy sencillo comprobar cómo las personas huyen del silencio. Simplemente súbete al ascensor y observa cómo la mayoría de la gente es incapaz de permanecer sin hablar durante los escasos momentos que dura la travesía entre una y otra planta. Hablar del tiempo es un recurso muy útil para esas situaciones tan incómodas ¿verdad? Incluso, en el mejor de los casos, el silencio externo irá acompañado de una vorágine de pensamientos internos, lo cual es muy fácil también de ver si uno es un poco observador.
¿Por qué huye el «yo» del silencio? ¿Por qué el silencio exterior resulta tan incómodo? La respuesta está, como siempre, en el origen: en el silencio no existe el «yo soy».
Observa tu historia personal y verás cómo todos tus recuerdos, tus dramas y tus sueños están basados en imágenes, sonidos, pensamientos o situaciones que muy poco tienen que ver con el silencio. Es imposible recordar el silencio, esos momentos en los que tu mente está vacía de características y en los que no hay un «yo» actuando como observador de todo cuanto sucede. Si el silencio ha sido real, tanto interno como externo, puedes intuir un recuerdo de bienestar, de tranquilidad, de paz, pero nunca recordar la experiencia del silencio como tal, porque durante esos instantes no había nadie observando. En el sueño profundo tenemos una interesante analogía a esto, pues tu mente no recuerda ningún hecho o situación asociados a esos momentos, pero sin embargo queda una sensación de tranquilidad, de «haber estado ahí», sin más.
Toda la materia del universo se mueve sobre ese silencio, esa nada inalterable que está más allá de toda comprensión |
Sé el silencio, en lugar de pensar en él
Si has intentado observar el silencio, seguro que has comprobado que resulta imposible «atraparlo», que en el momento en que empiezas a pensar en él ya ha desaparecido. Tu mente no puede comprender el silencio por la vía del razonamiento, porque en el silencio no hay objetos de ningún tipo que puedan ser clasificados, interpretados o analizados. Pero sí sabe que ese silencio es real, que está detrás de todo cuanto existe. Es fácil ver cómo todos los ruidos internos y externos aparecen y desaparecen sobre ese silencio inalterable, una y otra vez. Por mucho que intentes taparlo con sonidos o con pensamientos, por mucho movimiento que exista a tu alrededor, el silencio siempre vuelve.
El universo entero gira y se expande siempre sobre un vacío eterno e indescriptible, que está más allá del movimiento de la materia, del paso del tiempo y de cualquier tipo de límite. Sin embargo, es tan sutil que basta un simple susurro para ocultarlo, un simple pensamiento para que desaparezca sin dejar rastro aparente.
Ante esta reflexión, el ego puede pensar: «¿para qué me sirve el silencio? ¿qué hago yo ahí?». Esa es la clave: el deseo de hacer, de tener, de llegar a ser, es el origen del sufrimiento, porque nace dentro del ruido mental de un «yo soy» que, como hemos visto, tarde o temprano va a desaparecer como una ola del mar.
Si tu Aspiración al Despertar es real, si quieres ir más allá del sufrimiento de manera sincera, el silencio debe ser tu único compañero de viaje. Nadie ni nada puede sustituir a ese vacío que está más allá de la mente, más allá de dramas e historias personales perecederas. Y la buena noticia es que está a tu alcance aquí y ahora, pues es tu verdadera naturaleza. Abrázalo, quédate en él sin buscar nada, sin esperar nada y deja que el mundo siga su curso, que todo siga en movimiento, pues tu ya estarás en casa.