El ser humano ha creado una sociedad «sobre-informada», donde la información y el conocimiento fluyen de manera vertiginosa, a través de infinidad de redes de comunicación diferentes (Internet, medios tradicionales, redes sociales, comunidades de diferente índole, etc.). Esto hace que el acceso al conocimiento sea mucho más rápido y sencillo para todo el mundo, lo que sin duda representa una buena oportunidad de universalización del saber humano. Pero también genera la necesidad de ser capaz de filtrar toda esa información, de seleccionar qué conocimiento es el adecuado para cada situación y, sobre todo, de mantener nuestra propia visión y vivir nuestra experiencia, en lugar de «vivir a través de experiencias ajenas».
Nadie puede enseñarte a vivir
Continuamente veo a mi alrededor a las personas lanzarse en una búsqueda incesante de conocimientos «místicos» o religiosos, en un intento por ser capaces de tener una vida parecida a la de esos santos y avatares que representan el «máximo nivel de despertar». La cantidad de libros y cursos que te ayudarán en esa tarea es ingente; de hecho crece continuamente y los supuestos maestros se multiplican a lo largo y ancho del planeta.
Pero seamos honestos: nadie puede enseñarte a vivir, ni a despertar. Por mucho que intentes imitar formas de vida virtuosas, o aprender complejas técnicas de meditación, todo eso queda dentro del campo de la mente, no es más que conocimiento y, como tal, no es tu realidad última. La verdadera sabiduría no consiste en hacer más cursos o aprender más cosas, sino en ser capaz de ver más allá de la mente y la historia personal, ser capaz de vivir tu propia verdad.
Mientras sigas buscan en el mundo exterior la manera de trascender a ese mismo mundo, estarás dando palos de ciego, por mucho que intentes auto-convencerte de que todas esas historias y leyendas que has oído o leído son ciertas. ¿Dónde estará el final para tanta búsqueda? Como siempre, la respuesta está nuevamente en el principio, en el origen de todo: tú mismo.
No necesitas que nadie te enseñe a vivir. Es lo que has estado haciendo siempre, lo que haces ahora. |
El despertar comienza en tí mismo, aquí y ahora. Deja de buscar fuera.
Presta atención a este instante, a lo que está sucediendo en tu mente, tanto en forma de pensamientos como de estímulos externos y reacciones a éstos. ¿De dónde ha salido todo eso? ¿Quién hace que el mundo permanezca en su «sitio»? ¿Dónde estás tú realmente? Si no eres capaz de cuestionarte tu propia existencia, ¿cómo vas a poder comprender el mundo que te rodea?
Continúa observando. Lleva tu atención a tu respiración, pero no busques nada en ella. Simplemente observa. Deja que la mente vague, que los pensamientos vayan y vengan. No opongas resistencia, ni juzgues. Tan sólo deja que todo siga exactamente igual, sin luchar contra ello. Si eres capaz de permanecer en este estado de atención sin juicio durante algunos momentos, verás que hay algo diferente en tu percepción, algo nuevo y sin embargo muy familiar. Ese «algo» es la respuesta a todas las preguntas, es lo que hace que todo esté en su sitio, de una manera sutil, casi imperceptible… ¿qué es? Es lo único que existe realmente: tu atención, tu Ser.
¿Eres consciente de ti mismo, de ese observador silencioso que hay tras todo cuanto existe? ¿Eres capaz de ver cómo el mundo viene y va, sin identificarte con una pequeña parte de él? ¿Estás viviendo tu vida, o pensando que la vives? Si no has investigado estas preguntas, no servirá de nada que alguien te cuente que puedes volar, o que vas a viajar a otras realidades y vas a llegar a tal o cual estado de conciencia. Todo eso no son más que palabras, pero tu realidad se manifiesta aquí y ahora, delante de ti. ¿Por qué miras a otro lado?