Quiero comenzar con este post una pequeña serie de textos en los que hablaré de la respiración desde distintos puntos de vista. Para ello realizaré un pequeño recorrido por las culturas de las que he ido hablando a lo largo de todo este tiempo en el blog (zen, vedanta, taoísmo, etc.), analizando cómo es comprendida la respiración en cada una de ellas y de qué modo se utiliza como fuente de desarrollo interior.
Una cosa es clara: la respiración es la vía para que nuestra conciencia vuelva al interior, para entrar en el espacio de nuestro diálogo interno. Todas las grandes religiones de la antigüedad, especialmente en oriente, han aplicado la respiración como un punto clave para el desarrollo de la meditación y para el despertar de la conciencia.
Como señala un proverbio zen: «El ser vivo respira. Lo primero es la respiración». Esta es la clave: para encontrar el final de la búsqueda, para volver al centro de uno mismo, hay que ir al origen, al primer aliento. La respiración es un reflejo de la existencia: yin y yang fluyen ininterrumpidamente, uno convirtiéndose en el otro a lo largo de la inspiración y la espiración, dando forma a nuestra existencia material. Como microcosmos, el hombre es un espejo de la creación, y la respiración es el aliento que crea la vida corporal.
En una persona normal, la respiración es inconsciente la mayor parte del tiempo, al igual que la existencia en si. Por la mente fluyen miles de pensamientos, inquietudes, tensiones corporales, miedos… la mente es un remolino continuo y lo mismo sucede con la respiración: refleja la inquietud interior, el miedo, la tensión, la preocupación o cualquier estado de ánimo. Observando la respiración es posible conocer el estado mental, como un primer paso para tranquilizar la mente y que ésta deje de arrastrarnos de un lado para otro.
Existen diferentes pautas para trabajar la respiración y desarrollar esa capacidad de introspección, en función de qué cultura o práctica estemos estudiando, como iremos viendo en los próximos posts, pero en cualquier caso la respiración debe ser natural. No hay que forzarla ni realizar grandes «prodigios», sino simplemente centrar nuestra atención en ella. Ese es el primer paso para la escucha interior. Y también es una importante vía para devolver la atención al momento presente. Pero todo eso lo iré explicando en su momento :-).
Por último, agradecer a mi buena amiga Elisa su inspiración para animarme a desarrollar esta serie de textos sobre el tema. Un fuerte abrazo.
Buenísima apreciación sobre el misterioso arte de ‘respirar’. Respirar profundamente no fluye cuando la mente está ocupada, por lo que es una tarea interesantísima de llevar a cabo. Por último mencionar que siento una especial alegría al saber que en última instancia, este incesante flujo de compartir experiencias de uno y de otros, a través de uno mismo, pero siempre ‘observando’ al ‘otro’ ☺, abre un puente de sabiduría invaluable, pues está en constante ‘crecimiento’, (cambio, si se prefiere).
Gracias por tu comentario Carol. Es cierto, sólo una mente tranquila es capaz de observar la respiración tal cuál es, sin juicio y sin resistencia. En esa observación espontánea, en esa unión con la propia respiración, surge el verdadero espacio interior.
Y muy acertada también tu apreciación sobre la belleza de compartir nuestras vivencias, estoy totalmente de acuerdo contigo 😊.
Un fuerte abrazo