Una de las principales causas de sufrimiento del ego radica en su insaciable necesidad de conseguir «algo». Todas las acciones deben ir encaminadas a un logro posterior, a la búsqueda de un recompensa o a llegar a ser algo más de lo que es ahora. Esta búsqueda, por supuesto, también conlleva su lado opuesto y, cuando las acciones no son lo suficientemente acertadas, surge el castigo «inevitable».
Esta teoría de la causa y efecto, recompensa y castigo o como quiera llamarse, resulta muy verosímil y muy satisfactoria para el «yo», pues da a su existencia un sentido y una sensación de permanencia. Los acontecimientos pasados afectan a la situación actual y, a su vez, las decisiones y acciones de este momento influirán en los resultados futuros. Todo gira, como se puede ver, en torno a una identidad estable, a un «yo soy» que permanece en el tiempo como experimentador y observador de todo cuanto sucede. En torno a ese «yo soy» se dibuja una historia personal llena de expectativas, juicios, remordimientos y miedos, que nuevamente refuerzan la identidad del «yo soy».
Pero ¿qué hay de real en esa historia personal, en todo ese entramado de miedos, experiencias, sufrimiento y expectativas? La inercia mental lleva al «yo soy» a no plantearse una pregunta así, pues significaría poner en duda su propia realidad. Y ese es el peor de los miedos de toda persona: desaparecer, hundirse en el vacío.
Sólo una mente tranquila y en paz es capaz de observar plenamente las maravillas del universo. En la imagen vemos un agujero negro iniciando el proceso de absorción de una estrella. |
Cada acción es plena en si misma. Entrégate a ella.
En todo lo expuesto anteriormente hay un denominador común: el ego se centra en el resultado de la acción actual, o en su relación con hechos pasados, pero nunca en la acción misma. Todo el esfuerzo personal gira en torno a la necesidad incesante de conseguir nuevos frutos, alcanzar nuevas metas, llegar a ser… siempre buscando un hipotético futuro que es dibujado con los trazos de un pasado ya conocido.
¿Qué cualidades del Aquí y Ahora hacen que sea algo indeseable para el «yo soy? Ambas son muy evidentes: lo actual es real y nuevo. O lo que es lo mismo, el mundo que se despliega en el Aquí y Ahora, que surge de manera espontánea ante la Atención, no tiene nada que ver con historias pasadas, con dramas personales ni con planes de futuro. Una vez que la mente interpreta el momento presente y lo etiqueta con sus ideas y nombres, deja de ser real y pasa a ser sólo un pensamiento, sólo mente.
Si quieres trascender los límites del «yo soy», ir más allá del sufrimiento, tan sólo debes romper la inercia mental de aceptar la historia personal como la única verdad. Observa más allá de la interpretación mental, más allá de tu idea de pasado y futuro. Quédate en este momento, Aquí y Ahora; sumérgete en él y centra toda tu atención y toda tu voluntad en la acción que se está desplegando ante ti. No existe un pasado previo, ni hay un objetivo que alcanzar. La propia acción es en sí misma el objetivo, el principio y el fin. No necesitas nada más. Este momento es eterno e inabarcable, ¿por qué limitarte a ti mismo a un estado de constante sufrimiento, de miedo, de recompensa y castigo?
Lo real se despliega ante ti ahora mismo, en lo que estés haciendo. Da igual si estás trabajando, durmiendo, comprando o comiendo. No necesitas hacer más cursos, ni estudiar más filosofías, ni emprender más caminos. ¿Adónde quieres llegar? Tan sólo necesitas observar por ti mismo y ser sincero. Sumérgete en el momento presente sin juicio, sin búsqueda, si pedirle nada a cambio. La vida eterna e infinita, sin límites, sin sufrimiento y sin miedo sólo existe en un lugar: Aquí y Ahora. Y casualmente, ese lugar es lo que tú eres, es tu realidad. Abrázala sin miedo.