Si uno observa a su alrededor, es evidente que las sociedades del mundo entero están viviendo un periodo constante de cambio. A menudo, este cambio se traduce en situaciones de violencia, destrucción, guerras y demás horrores que sólo el ser humano es capaz de generar en este planeta. Diariamente podemos ver en los medios de comunicación noticias que confirman esta inercia, esta tendencia de toda sociedad a la autodestrucción. No es necesario que pongamos aquí ningún ejemplo, pues todos sabemos de qué hablo, ¿verdad? La cuestión inevitable que surge es, ¿cómo afrontar algo así? ¿Cómo aceptar esas situaciones que provocan rechazo, rencor y hostilidad? La respuesta debe nacer en uno mismo: amar es unir, nunca separar.
El conflicto nace de dentro, de la separación entre el «yo» y el mundo
Ese es el origen de todo conflicto, ya sea a nivel social, cultural, político o en uno mismo: la idea de separación, de ser un «yo» individual rodeado por un mundo ajeno. La creencia en un ego individual implica que hay cosas que son tuyas y cosas que no, luego el conflicto es inevitable. Incluso la sensación de formar «parte de algo», ya sea un partido político, una religión o incluso una familia, a menudo limita nuestra perspectiva y la percepción de cuanto nos rodea, porque nuevamente se trata de una expresión del «yo y lo mío».
Si observas de un modo honesto, verás que la mayor parte de tu tiempo la dedicas a proteger y cuidar de ese «yo» y su historia personal. Ya sea en el trabajo, en una reunión familiar o incluso cuando estás a solas, siempre existe esa aparente separación entre el ego y el mundo que le rodea. Y la forma de cambiar esta tendencia, como siempre, es volver al origen, observar dónde nace la separación. La historia personal es siempre una historia llena de drama y sufrimiento, siempre originados por la ilusión de estar separado del mundo que te rodea. ¿Puedes verlo? ¿Eres consciente, mientras lees estas líneas, de que el «yo» es sólo una idea en tu mente? ¿Hasta dónde eres capaz de llegar por defender esa idea?
La historia personal, el miedo y el sufrimiento son comunes en todos los seres humanos. No juzgues lo que no conoces. Amar es unir, nunca separar.
Recuerda: amar es unir, nunca separar
El camino hacia la Paz Interior únicamente puede manifestarse de una manera: el amor nacido de la unión con todo lo que existe, con el universo, con la naturaleza… pero también, por supuesto, con el resto de seres humanos. La verdadera Paz es universal, está más allá de credos, religiones, culturas o ideologías. ¿Dónde están las diferencias? ¿Quién decide lo que está bien o está mal? Si juzgas algo como bueno o malo, te estás alejando, estás creando una distancia insalvable entre el aparente observador y la cosa observada, entre tu y el mundo que te rodea.
¿Quieres que el mundo cambie? Comienza por cambiar tu visión de ti mismo. Comienza por aceptar y amar todo cuanto existe, porque el universo entero es parte de ti. No existe esa separación entre el «yo» y el resto del mundo. El «yo soy» es tan sólo una idea en tu mente y, como tal, es parte del universo, igual que todo lo demás. No dejes que el odio y el rencor te impidan ver tu unión con todo cuanto existe, porque es tu verdadera naturaleza.
Y por último, quiero añadir también un pequeño matiz: es cierto que existen acontecimientos muy difíciles de aceptar y que a veces es preciso tomar medidas y corregir situaciones injustas. Quedarse quieto y no hacer nada no siempre es la solución. Si tienes que actuar para solucionar una situación, actúa. No basta con pensar «todo está bien» y resignarse ante algo que se puede cambiar. A veces, no decidir también es decidir. Que la idea de unión con el mundo que te rodea no te impida vivir en él, hacer lo que sea preciso en cada momento. Pero siempre teniendo en mente una premisa: amar es unir, nunca separar. Que tu acción contribuya a la unión, no al conflicto.
«El desapego en la acción no es alcanzable mediante la pasiva inactividad.
Ni la suprema perfección es alcanzable por la mera renuncia.»
(Bhagavad Gita)