El koan es uno de los principales signos distintivos de la escuela zen Rinzai. El koan es, básicamente, una pregunta o problema propuesto por el maestro que, a través de su análisis y repetición, permite al discípulo ir más allá del pensamiento y romper el esquema mental, permitiendo de este modo una respuesta espontánea que lleve finalmente al súbito despertar (Satori).
Para la mente occidental, el koan parece un problema absurdo, ilógico o banal. Se suele decir: “el novicio debe desligarse del pensamiento racional y aumentar su nivel de conciencia para adivinar lo que en realidad le está preguntando el maestro, que trasciende al sentido literal de las palabras” (wikipedia). Sin embargo, la práctica del koan no se trata de “adivinación” ni búsqueda de una respuesta lógica o razonable. El koan busca una respuesta interior, que surge de más allá del pensamiento. Sólo abandonando el razonamiento mental, el esfuerzo por encontrar una respuesta, se puede encontrar la esencia del koan e interiorizar su magistral enseñanza.
(Koan “Mu!”, pronunciado por el maestro Joshu)
La verdadera solución al koan no radica en dar una respuesta determinada, sino en el cultivo de las Tres Actitudes: Gran Fe, Gran Determinación y Gran Duda. La práctica del koan requiere la práctica de las tres, pero su planteamiento parece aludir en mayor medida a la tercera, la Gran Duda, que lleva al buscador a continuar preguntándose, a continuar buscando incesantemente, pese a los aparentes “logros” o respuestas que parezca encontrar en su camino, buscando únicamente el verdadero Satori.
Cuando se plantea un koan, la mente tiende a “resolverlo” buscando respuestas originadas en el proceso de pensamiento, pero ese tipo de respuestas nunca van a ser satisfactorias. El koan representa un reto a nuestra determinación y nuestra propia sinceridad, obligándonos a abandonar las ideas y juicios y lanzarnos en una búsqueda real. Por ejemplo, un famoso koan es, «Conocemos el sonido de dos manos aplaudiendo; pero, ¿cuál es el sonido de una mano aplaudiendo?”. Para la mente racional, la pregunta parece no tener sentido, pues una mano no puede aplaudir por si misma (lo más que pude hacer es chasquear los dedos contra la palma, pero eso evidentemente no es un aplauso), por lo que en principio la mente responde: “¡una mano no puede aplaudir!”. Sin embargo, esa respuesta no resuelve el koan. Tan sólo es un juicio mental que surge del pensamiento lógico, exactamente lo contrario que busca el koan, por lo que es preciso ir más allá de esa respuesta “fácil”, mucho más allá en realidad…
En la tradición Rinzai Zen es habitual que el maestro plantee un koan específico a su discípulo, conocedor de cuál es su búsqueda interior y cómo puede una pregunta exacta contribuir a romper su esquema mental y permitirle ir más allá del pensamiento. El koan se convierte, de este modo, en una gran prueba para que el buscador desarrolle las Tres Actitudes y pueda encontrar el verdadero Satori. Pero esto no significa que baste con “hacerse una pregunta y responderla” para desarrollar la paz interior o encontrar la iluminación. Sólo la mente lógica, atrapada en el pensamiento, obtendría tal conclusión, por lo que la práctica del koan sería inútil.
(Fotografía de templo zen en Kita-Kakamura, Tokyo)
Por último, os dejo un bellísimo texto sobre un koan propuesto por Hogen a uno de sus discípulos:
La mente de piedra
Hogen, un maestro Zen chino, vivía solo en un pequeño templo en el campo. Un día, cuatro monjes peregrinos llegaron y le pidieron permiso para hacer un fuego en el patio para calentarse.
Mientras construían un fuego, Hogen les oyó hablar acerca de la subjetividad y la objetividad. Se les unió y dijo: «Supón que hay una piedra muy grande, ¿la consideras que esta fuera o dentro de tu mente?».
Uno de los monjes le contesto: «Desde el punto de vista del Budismo todo es una representación mental, así que yo diría que esta dentro de mi mente.»
«¡Debes de sentir tu cabeza muy pesada si vas por ahí cargando con una piedra como esa en tu mente!»Observó Hogen.