En un post anterior hablé de cómo la muerte pone fin a la historia personal del «yo» y cómo, independientemente de las circunstancias y situaciones que te rodeen, en ese instante todo quedará atrás y nada de lo que en algún momento ha sido «tuyo» te seguirá.
Quiero continuar ahora con algo inherente a la muerte: el miedo a la incertidumbre, a no saber qué va a suceder en ese instante último.
La muerte es algo inherente a la naturaleza. Por ejemplo, la flor de loto es efímera y, sin embargo, no por ello deja de ser sumamente bella. |
Afrontar la propia muerte: la certeza de lo desconocido
Casi todas las acciones del ser humano, en su día a día, tienen un denominador común: buscan cierto grado de seguridad, de estabilidad, que le aseguren un «futuro tranquilo» o que le ayuden a ser «más feliz» de lo que es en el momento presente. Por supuesto, esta búsqueda de seguridad nace de uno de los miedos más arraigados en la mente humana, el miedo a lo desconocido. Y evidentemente, no hay nada más incierto y más desconocido que la propia muerte. Nadie sabe en qué momento llegará, ni cómo será, ni qué pasará después. Ese es el gran temor del ser humano desde tiempos inmemoriales.
Para abordar este tema, conviene reflexionar sobre algunos puntos clave:
- La disolución del «yo soy». La muerte física va asociada a la disolución de la historia personal, del «yo» que aparentemente ha vivido asociado a ese cuerpo físico. Cuando se produce la llamada muerte cerebral, las conexiones neuronales que albergaban el «yo» y todo su mundo mental se disuelven, desapareciendo la identificación con el cuerpo físico y los sentidos. ¿Qué quedará, después de que esto suceda, de lo que algún día fue el «yo» y «lo mío»?
- El fin de la memoria. Toda la vida personal gira en torno a los acontecimientos, sensaciones y experiencias que han sido albergados en la memoria. Las creencias religiosas, políticas y personales, por supuesto, están basadas en el contenido de ese «disco duro» que es el cerebro. ¿Qué pasará cuando el cerebro se desactive? ¿Dónde quedarán todas esas experiencias?
- El miedo y el instinto de supervivencia. Todos los seres vivos tienen programado en su cerebro el famoso instinto de conservación. En el ser humano, este instinto está aún más arraigado, al conocer la certeza de la muerte y, como es lógico, va asociado al mayor miedo de la psique humana: el miedo a la extinción. No obstante, la ciencia explica cómo, en los momentos cercanos a la muerte, el proceso de desintegración física va acompañado de un mecanismo de «abandono cerebral», que permite a la persona prepararse para el tránsito con mayor calma de lo que, a simple vista, cabría esperar. Pero, ¿serás consciente de lo que realmente está pasando? ¿Sentirás miedo? ¿habrá dolor? Esas son algunas preguntas que también aterrorizan a la psique humana.
La respuesta sincera a todas estas cuestiones, más allá de mitologías y fantasías religiosas, debe ser inevitablemente lo desconocido. No sabes qué hay más allá de la muerte, porque todo lo conocido desaparecerá con ella sin dejar rastro.
Estatua hindú del dios Shiva, el Destructor, situada en Bangalore, India. (Wikipedia) |
Abandona las fantasías, la esperanza y el miedo. Abraza lo desconocido, la vida, la paz.
¿Significa todo esto que no hay ninguna esperanza para ti? ¿Debes aceptar que tu fin último es la extinción, la nada absoluta? ¿Sabes realmente qué es esa nada? Elucubrar sobre este tipo de cosas, aparte de no ofrecer ninguna respuesta lógica ni satisfactoria, sólo conseguirá que cambies unas ideas por otras, quizá más agradables o más prometedoras, pero que no dejarán de ser más que eso: pensamientos nacidos del miedo. Y, por supuesto, ni la mitología, ni la religión, ni la filosofía te darán el consuelo que buscas en esos momentos, pues no son más que ideas que desaparecerán con la memoria.
Para encontrar esa paz, ese consuelo real, la pregunta es: ¿qué tienes ahora que puedas perder? Todo cuanto conoces es limitado, está nacido de la memoria y forma parte de tu ilusión de vida. Tu nombre, tu historia personal, tu familia, tus amigos, tu país, tu sociedad, tu mundo… sólo ideas y más ideas. Pensamientos que, como hemos visto, desaparecerán con la desintegración del «yo».
Pero, si llevas tu atención un poco más allá, descubrirás algo muy inquietante: si eres consciente de que todo lo que conoces es limitado, si has visto cómo aparecía y como desaparecía, si eres capaz de observar cómo el «yo soy» va y viene ante ti… es porque tú no eres eso. ¿Qué eres tú realmente? Lo desconocido, lo que no puedes ver, lo que no puedes poseer, lo que no puedes entender.
Sólo a través de la negación de todo lo que no eres podrás intuir, en mayor o menor medida, lo que eso significa. Sé sincero, observa sin juicio y sin expectativas y descubrirás una verdad que cambiará tu perspectiva acerca de la muerte: ya no tienes nada, ya no eres un «yo soy», tu historia personal ya no existe, todo cuanto conoces no eres tú ni te pertenece. Ya estás muerto, aquí y ahora, porque nunca has nacido. Abraza esa verdad y empieza a vivir, aquí y ahora, pues eso es lo que tú eres: lo desconocido, y eso es lo que hay más allá del nacimiento y la muerte.