Si existe un tema tabú por excelencia en la civilización actual es, sin duda, la muerte. La sociedad occidental en especial, procura mantener alejado de la «vida pública» el hecho de que el ser humano, como todo lo que nace, tiene un final.
Si observamos los medios de comunicación, no sólo la muerte, sino también la vejez queda relegada a un segundo plano (salvo en determinados programas televisivos o películas que buscan precisamente la reacción visceral y el rechazo del espectador). Esto es comprensible, pues una sociedad materialista no puede decir a sus habitantes que el dinero, las posesiones, la belleza, la juventud… todo desaparece sin dejar rastro en un abrir y cerrar de ojos. A nuestro alrededor vemos continuamente cómo el nacimiento y la muerte se suceden en una danza sin fin: el día y la noche, las estaciones y la renovación de la naturaleza, los niños, las personas mayores…. todos pertenecen a esta danza.
En definitiva, sólo una cosa permanece inalterable en este universo: el cambio. Toda la existencia gira continuamente a velocidad de vértigo, en un movimiento continuo, sin final. Como explica el I-ching, el Tao Eterno es movimiento. En el movimiento está la verdadera quietud. La idea de permanencia es sólo un concepto mental, una ilusión a la que el ego individual se aferra para justificar el mayor de sus miedos: la muerte.
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Símbolo del I-ching. En el centro yin-yang, rodeados de los 8 trigramas del I-ching: Cielo, Tierra, Agua, Trueno, Fuego, Montaña, Niebla y Viento. |
El miedo psicológico a la muerte
Para explorar el miedo a la muerte, debemos diferenciar entre el instinto de supervivencia y el miedo psicológico. El instinto de supervivencia es una reacción física, un mecanismo de autodefensa que todo ser vivo tiene escrito en su ADN y que le lleva a proteger su cuerpo y evitar el peligro físico. Cuando nuestra vida está en peligro por cualquier circunstancia, el cerebro se pone alerta y todo el organismo reacciona, generando una serie de respuestas físicas: aumento de la adrenalina, incremento del ritmo cardíaco, tensión muscular, etc.
Pero ese instinto no tiene nada malo, al contrario, es necesario para preservar la integridad física, para cuidar la salud de nuestro cuerpo y para reconocer dónde está el peligro. El problema nace del drama que uno crea alrededor de la muerte como proyección mental. Ese es el miedo psicológico.
Como ya expliqué en otro post, el miedo psicológico se basa en una idea, una proyección de un futuro hipotético en el que, en este caso, moriremos y perderemos todo cuanto creemos ser: nuestros recuerdos, nuestros sentidos, nuestro cuerpo… es el miedo a perder la persona que creemos ser.
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Dibujo que representa el Samsara: ciclo de nacimiento y muerte en el Vedanta. Fuente aquí |
La relación con uno mismo
Para comprender el miedo a la muerte y poder trascenderlo, primero debemos averiguar qué relación tenemos con nosotros mismos. Me refiero a la necesidad de darnos cuenta de que nuestra personalidad, nuestro ego, nuestros recuerdos, nuestra vida…. todo ello no son más que ideas en nuestra mente. Todo gira en torno a una idea raíz: el Yo soy. La identificación con nuestra historia personal nace de la idea de un ser separado del resto, una pequeña existencia indefensa en un mundo hostil. Esto hace que etiquetes cuanto te rodea: mi casa, mi familia, mis hermanos, mis amigos, mis enemigos, mi cuerpo, mi vida, etc., en contraposición a todo lo que no eres. En definitiva, con el nacimiento del yo separado nace la dualidad y, con ella, nace necesariamente el miedo a la muerte, a la pérdida del sentido de si mismo. Sólo una mente dual, separada del Ser puede temer a la desaparición de sus ideas.
¿Cómo podemos superar este miedo que nos atenaza desde el nacimiento mismo? No existe un método milagroso, ni una palabra mágica, ni un «curso perfecto». La clave está en ser valiente y afrontar el miedo con sinceridad. Afrontar, en primer lugar, la realidad: que todo lo que nace muere. Por tanto, nuestra personalidad, nuestra vida tal como nuestra mente la comprende, morirá. Esto es un hecho y negarlo es dar rodeos a la verdad. Una vez aceptado esto, estaremos listos para dar un paso más, para encontrar quién somos realmente, para ir más allá de la mente y trascender nuestro propio miedo. Sólo abandonando la dualidad interior, dejando a una lado la relación contigo mismo y mirando más allá del pensamiento vislumbrarás la salida a esta paradoja.
Este es un tema complejo y requiere ser tratado en profundidad, por lo que seguiré hablando de él a lo largo de varios posts. De momento, quedémonos con una idea: muerte y nacimiento son parte de una misma dualidad, nacida de la idea del ser individual, separado del resto.