A menudo, cuando hablo con lectores de mi libro, veo cómo uno de los puntos críticos que actúan como grandes obstáculos a la llamada «Aspiración al Despertar», es la falta de autoestima o de confianza en sí mismos. Son muy habituales las frases como «eso es algo muy lejano para mi» o «mientras no solucione tal cosa, no podré estar en paz conmigo mismo». Pero quiero que te hagas unas preguntas, antes de nada:
- ¿Quién dice que no eres capaz de despertar?
- ¿Quién dice que la Paz Interior es algo lejano, que no podrás alcanzarlo hasta que soluciones tus circunstancias personales?
- ¿Por qué llegaste a creer que esto era así, que no eres capaz o que no vales lo suficiente?
- ¿Cuál es tu opinión personal sobre ti mismo?
La última pregunta es, seguramente, la más importante de las cuatro. Por que eso es realmente lo que te impide verte a ti mismo de otra manera: tu opinión, basada en una historia personal llena de tragedias, de drama y de sufrimiento. Es un mecanismo de defensa del «yo» muy sencillo: pensar que no eres capaz, que el Despertar no es para ti, te quita la responsabilidad de dar ese paso y te facilita seguir sufriendo. Parece una lógica un tanto retorcida ¿verdad? Pues si observas con honestidad, verás que es así, tal cual.
Eres plenamente capaz de despertar en este momento. Deja de convencerte de lo contrario. Acepta tu responsabilidad.
El poder creador de la mente y del pensamiento es innegable. Todo tu mundo y toda tu experiencia personal giran en torno a unas ideas y unos conceptos que, de un modo u otro, se han convertido en tu realidad. Tu nombre, tus recuerdos, tus miedos, tus dramas personales… todo ese conjunto de creencias hacen que el «yo soy» adquiera una realidad aparentemente incuestionable. Pero, si quieres que tu vida cambie, debes empezar por cambiar tu perspectiva. Cuestiónate todo lo que has creído hasta ahora sobre ti mismo. Puedes hacerlo, no pongas excusas.
Enfréntate a tus creencias, sin miedo. ¿Qué puedes perder realmente?
Si observas con atención, verás que todo cuanto te da miedo es aquello que hace «temblar» la realidad de tu mundo y de tu historia personal. La muerte, la pérdida, la enfermedad, lo desconocido… todas esas ideas hacen que el «yo soy» pierda su sentido de permanencia, que vea peligrar su aparente inmortalidad y, por ese motivo, la solución más fácil parece ser mirar hacia otro lado. Pero, ¿hasta cuando podrás seguir obviando el hecho de que, tarde o temprano, tu mundo personal va a desaparecer? ¿Quién dice que no puedes afrontarlo y trascenderlo, en este mismo momento?
Desde la infancia, tu mundo se ha ido dibujando en torno a ideas y pensamientos. Las experiencias han sido etiquetadas como buenas o malas, deseables o indeseables. Además, la aparente relación causal entre unas y otras vivencias, hace que el sentido del «yo» se refuerce, pues siempre parece estar ahí, ¿verdad? Pero, si observas de una forma tranquila y sin juicio, verás que no es así, que el «yo» surge en cada momento como reacción a los estímulos que se presentan ante ti, sean internos o externos. ¿Por qué te aferras a él de esa manera, como si fuera lo único que tienes?
Abandona toda idea acerca de ti mismo. Deja de dudar de tu capacidad o incapacidad para ir más allá del sufrimiento. Da el paso, deja de pensar que no puedes hacerlo. Eres algo mucho más grande que lo que siempre te has imaginado. Nadie puede decirte realmente quién o qué eres, porque cualquier idea o cualquier pensamiento serán solamente límites. Si quieres despertar, si quieres trascender el sufrimiento y encontrar tu Verdad última, debes hacerlo por ti mismo. Y no sirven las excusas ni los pretextos para aplazarlo.
Abraza lo desconocido, el vacío de tu propio Ser sin miedo, porque no hay nada que perder. No tienes nada a lo que aferrarte. Y sólo puedes despertar en un momento y lugar muy concretos: Aquí y Ahora.