Esta entrada hace alusión a una verdad muy recurrente y sobre la que, lamentablemente, pocas personas parecen reflexionar. Es muy fácil ver cómo las personas viven absortas en su mundo de traumas, miedos, preocupaciones y sueños. Y todavía más fácil es ver que, en esa vorágine de pensamientos autodestructivos, rara vez son conscientes de cómo afecta su comportamiento a quienes les rodean. Las personas más cercanas son las que más suelen sufrir esta actitud, luego el mensaje de esta entrada es muy directo: no pagues tu frustración con quienes más te quieren.
ES algo muy lógico y sencillo de comprender, ¿verdad? Pero, si observas de forma honesta, verás que la mayor parte del tiempo las personas no son capaces de verse a si mismas con esta perspectiva. Viven tan absortos en sus pensamientos que, simplemente, no son conscientes del mundo que les rodea. Es lo que yo llamo vivir con el piloto automático, porque así es como realmente se relaciona el «yo» con el mundo: a través de la inercia mental.
No hay víctimas ni culpables, sólo recuerdos y drama personal
Como decía, es muy sencillo observar el estado obsesivo-compulsivo de las personas en relación a su historia personal. Toda su vida, sus reacciones y su comportamiento ante cualquier situación están automatizados a partir de dicha historia. Y la identificación con sus problemas les lleva a repetir una y otra vez el mismo comportamiento.
Cuando hablo de este tema con la mayoría de las personas, la respuesta suele estar basada en la justificación de sus frustraciones. Siempre hay un culpable (un jefe, una esposa, un hijo, un padre, etc.), que les ha hecho daño y les ha llevado a este estado de dolor y destrucción. Pero, en realidad, por mucho daño que otras personas te hayan hecho, por muy desgraciado que hayas sido, eres tú y solamente tú quien se repite a si mismo esos pensamientos, quien se obsesiona con el pasado y quien se niega a ver lo que tiene delante realmente en este momento.
Sólo hay una manera de romper la tendencia autodestructiva del «yo»: deja de poner excusas, deja de buscar culpables y afronta la verdad, Aquí y Ahora. No tienes adónde huir, no puedes dejarlo pasar. Dejar de mirar a otro lado y afronta tu realidad.
No pagues tu frustración con quien tienes más cerca
La otra cara de esta obsesión es precisamente esta. Quienes más te quieren, quienes más intentan ayudarte, son quienes más sufren tus quejas y tu frustración. ¿Te habías dado cuenta de ello? ¿Eres consciente de que, por mucho que te sientas desgraciado, no solucionarás nada cargando tu drama sobre ellos? La mayor parte de las veces, ni siquiera tienen nada que ver con tus traumas personales, pero se ven obligados a cargar con ellos por una única razón: están cerca de ti. ¿Puedes ver lo cruel que es este comportamiento? ¿Por qué sigues haciéndolo?
Hay un colectivo especialmente vulnerable a estas cosas: los niños. Es muy habitual ver cómo los adultos cargan sobre ellos sus miedos y sus dramas personales. Por ejemplo, podemos ver a nuestro alrededor innumerables ejemplos en los que son los pequeños los más afectados por las decisiones y el comportamiento de sus padres. No hablo sólo de situaciones límite, como divorcios o separaciones, sino también del comportamiento habitual del día a día. Muchos niños transmiten este dolor en su mirada. ¿Por qué los adultos no se dan cuenta de lo que les están haciendo? La respuesta es muy sencilla: simplemente están ciegos, porque no ven el mundo a través de sus ojos, sino a través de su historia personal.
Hoy te propongo, para terminar, un sencillo ejercicio. Durante el día, presta atención a esos momentos en que empiezas a quejarte, a culpar a los demás o a revivir tus viejos dramas. Sé consciente de cómo surgen esos pensamientos automáticos. ¿Cuál es el origen? ¿Qué es lo que los provoca realmente? ¿De quién son realmente? No aceptes tus quejas y tus juicios sin más. Duda de ellos. Duda de ti mismo. Sólo si haces esto de manera sincera, podrás dejar atrás esa tendencia autodestructiva del «yo» y vivir la vida por ti mismo, sin miedo.